Perfecta es la
imperfección y sí, aunque suene paradójico, que venga quien quiera a
demostrarme lo contrario que yo soy capaz de desinflar argumentos vacíos a
partir de hechos. Y si no, que alguien me muestre la verdadera perfección, el
modelo ideal, el canon perfecto y es que, como dije antes, solo la imperfección
es perfecta, teniendo en cuenta que esta última no existe.
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Comencemos por usar
una metáfora, una sencilla. Rosas, parecen perfectas, me atrevería a afirmar su
perfección pero más allá de su belleza se esconde el dolor punzante de sus
espinas que la convierten en la flor mas bella, deseada y con la que más
cuidado se ha de que tener. Pero, el dolor sentido tras sangrar con una de sus
espinas compensa con el placer que produce su olor, textura y sencillez. Y es
que la vida es como una rosa. Preciosa y perfectamente dolorosa.
La felicidad no es
una variable constante, esta es una recta de lo mas irregular, llena de
altibajos, de curvas, de momentos sangrantes y de momentos hermosos y por ello
no debemos desaprovechar los instantes en los que una sonrisa inunda nuestras
caras y tratar de aprender de las espinas que agarramos pensando que vale la
pena sangrar por una rosa que, aunque tarde o temprano se pudrirá, permanece en
esencia en el recuerdo de cada una de las demás flores del jardín.
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