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Finalmente comprendí
y aprendí que la vida no es una película. Y que los finales felices aunque se
busquen solo a veces se encuentran. Que no hay hombres perfectos ni mujeres
divinas, que las arrugas existen y la grasa en el culo también, que todos
tenemos mala leche y algunos casi nunca tienen de la buena, que si me pican me
rasco y que si me pinchan, salto.
Comprendí también que una bofetada de vez en cuando resulta de lo más acertada si los pájaros que inundan mi cabeza y entorpecen el riego no me dejan ver ni oír el mundo exterior.
La idea es una bofetada de la vida real, un jarro de fría realidad, un latigazo desgarrador para ver que la vida no es dulce y que la perfección esta sobrevalorada.
No importa cuanta magia veas en el cine, ni lo bonito que pintan el amor los enamorados, pues, al fin y al cabo, detrás de las cámaras se encuentra la realidad, y la fantasía desaparece cuando el director dice: "corten" y los actores vuelven a casa.
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