jueves, 27 de septiembre de 2012

Buenas noches.


No lo sé, no me pregunten porque no lo hago a propósito y tampoco tengo claro por qué sucede así. Sea como sea son la tristeza, la nostalgia, la melancolía y demás sentimientos de los cuales cualquier persona desearía ser excluido de sentirlos, los que a mí, me inspiran y, como es lógico, no voy a hablar de mariposas cuando lo único que hay en mi estómago son nudos causados por la ansiedad de algo que no estoy segura de si ha sido creado por mí o es real y objetivo.


Claramente todo lo que dependa de mi humor o que repercuta en éste tendrá un alto contenido de subjetividad pero, en este mundo, ¿donde está la objetividad? Ni la ciencia se libra de algún resquicio de subjetividad pues todo lo que desciende del ser humano trae consigo sentimientos y por lo tanto imparcialidad. 

Centrándome ahora en el verdadero motivo por el que he decidido ponerme a escribir quiero nombrar: la pérdida de la esperanza, el cansancio, algunos corazones rotos, la desilusión y, por qué no, las ganas de rendirse.

Hay momentos en la vida en los que nos encontramos en la cima, espléndidos, pletóricos en nosotros mismos, rozando el cielo con las yemas de los dedos pero Newton nos enseñó que todo lo que sube baja y que la velocidad aumenta en función de la distancia recorrida. Conclusión: cuanto más alto mayor velocidad y, por lo tanto, mayor impacto tras recorrer de cabeza y en picado tantos kilómetros de altura.

Hay momentos en los que no se puede estar más abajo, donde lo único que se puede hacer es ascender y, dentro de lo malo, eso, es positivo.

Hay momentos en los que comenzamos a escalar y, de repente lo que parecía ser un punto de apoyo se transforma en una trampa mortal que desaparece en el fondo del precipicio y que nos acompaña al principio, donde el dolor reaparece y resplandece, donde las heridas vuelven a abrirse, a sangrar y a infectarse. Esta vez de forma casi mortal pues, las heridas mal sanadas dan la lata toda la vida o, dependiendo de la fortaleza del herido y las ganas de recuperarse, hasta que haya pasado el tiempo suficiente como para que éstas vuelvan regenerarse. 

Pero entre tantas teorías e ideas la pregunta es, ¿donde es mejor cerrar las heridas?, ¿en el fondo del barranco o arriesgando de nuevo el pellejo para acariciar el cielo con los labios?

2 comentarios:

  1. Si me permites una opinión a tu reflexión. Creo que sin duda vale mas la pena cerrar las heridas poniéndonos de nuevo en la brecha. Intentando volver a acariciar el cielo con los labios, solo hace falta volver a reunir las ganas de hacer el esfuerzo y estar dispuesto a correr el riesgo. Porque de esa manera podras ver que se está vivo

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  2. Yo creo que todo depende. Hay que subsanar determinados miedos para enfrentarse de nuevo a situaciones que puedan parecerse a las anteriores. Pero sí, es mejor arriesgarse. Además de esta forma nos enfrentamos a los miedos pero, si tenemos muchas carencias, las cosas pueden volver a salir mal. Te lo digo yo que lo se por experiencia jajaj

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