Tuve voluntad para iniciar una dieta, tuve fuerza para
dejarla. Tuve voluntad para callarme cuando tenía mil cosas que decir y
tuve fuerza cuando guardé los puños en los bolsillos, tuve voluntad
cuando tuve que estudiar y también cada mañana cuando suena el despertador,
cuando decidí salir del agujero al que la vida me había empujado y cuando superé
una muerte sustituyéndola por una nueva vida. Hubo tantas circunstancias en las
que tuve y tengo que ser fuerte que ya perdí la cuenta. Sin embargo el
olvido posee músculos de acero contra los que se está haciendo cuesta arriba luchar.
Y es curioso puesto que soy de esas personas que promueven la fuerza de
voluntad, que confía en que cada cual posee una energía interior que bien desconoce o no ha desarrollado. Tal
vez se deba a mis vivencias y, probablemente tirando a seguro, pero creo que la
fortaleza no es una característica sino una actitud, al igual que la
tristeza y la jovialidad. Creo que querer es poder y que el que puede
es porque quiere. Con esto no quiero decir que sea coser y cantar. Me
hago cargo de que el paso más complejo es el de querer y que a partir de
ahí la cosa comienza a avanzar por los senderos del poder.
Sin embargo, y a pesar de haber logrado querer muchas cosas en
la vida, quiero del verbo doler, del verbo herir, del verbo olvidar. Pero
esa chica que cree que querer es poder se ha enganchado a esta
palabra polisémica y peligrosamente adictiva y no quiere dejarla. O sí. Depende
de las vueltas que haya dado en la cama y las veces que haya repetido la misma
y depresiva canción.
Muchas veces quiere pero “no puedes” y “no podrás” la invitan a
un chute de infravaloración que dilata sus pupilas y comienza de nuevo la
neblina embriagadora en la que se convierte el estancamiento o, en jerga “drogodependentista”,
apalancamiento en la mejor opción y el mejor estado físico y psíquico.
De todos es sabido que las adicciones son perjudiciales, que todo en
exceso es malo y que durante el camino nadie camina por otro. Que durante ese metafórico
camino, que es la vida, miles de personas pasarán a tu lado y que nadie te llevará
a cuestas hasta el final del mundo. La fuerza
para mover las piernas nace de uno mismo, la habilidad para esquivar baches y
piedras nace de la experiencia y la capacidad para elegir nace de la
inteligencia.
No importa donde esté pues queriendo del verbo salir, del verbo
caminar, del verbo poder, la energía se transforma en fuerza y yo hoy
decidí ser fuerte, inteligente, cambiar de canción, levantarme de la cama,
superar la adicción y continuar pisando el barro para dejar huella en algún
lugar de la vida.
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