Apurando el cigarrillo hasta el final, canciones de amantes suicidas en los oídos y ansiedad acumulada en la garganta. De nuevo la puta sensación de incertidumbre y de nuevo las ganas de adelantar el tiempo, de vivir ya el futuro, donde el recuerdo sea nómada, que no permanezca más de lo necesario, hasta que se agoten los recursos que, espero que en ese entonces, sean escasos.
Viendo desvanecerse el humo, con la piel erizada y siguiendo un ritmo lento a dos tiempos. Mirando al horizonte, la misma ciudad desde otra perspectiva, una más ajena, más...solitaria. Y de nuevo vuelven, se nubla la vista y las luces de la ciudad se vuelven abstractas, dibujan lineas difusas entre lágrimas que parecen padecer la acrofobia más profunda.
Vibra el móvil, palabras vacías, conversaciones banales, repetidas...Y la rabia vuelve como el primer día. Definitivamente los ojos se desbordan, unas lágrimas caen limpias al suelo, me levanto del banco de piedra, no pienso pensar más, vuelvo a casa, y de camino, re-aparece el mono, los signos que evidencian mi adicción.
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