lunes, 14 de enero de 2013

Me despierto, desconcertada, no me queda muy claro dónde he amanecido ni cómo he llegado hasta aquí. Doy vueltas de campana y saco la cabeza de las sábanas y la neblina transitoria que pretende borrar recuerdos que, tarde o temprano, se colarán entre la bruma.
Desde la cama miro por la ventana pero no logro imaginarme la hora y, la verdad, me da igual, pues solo sé que todo está mal. 
Trato de concentrarme un poco sin conseguir a penas la mitad de la intención y me pregunto de quién coño será la culpa. Me pregunto si fuiste tú o fui yo. ¿A quién debo culpar? ... A estás alturas, a veces, prefiero someterme a la incertidumbre, ser esclava de la situación y mirar al frente donde, por capricho del destino, alguna absurda historia quiera volver a repetirse y yo, experimentada en la materia, le responda con la moraleja acortando así el camino, reduciendo los errores y aumentando en cierto modo el beneficio que me provocaron tus desplantes y mi maleabilidad haciéndome adicta al exceso y las mañanas de resaca. 


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